Ahora que solo queda el silencio del humo, ahora que todos regresan al asfalto, ahora que la conciencia está limpia con un GRACIAS reluciente, ¿ahora qué?.
Sin duda los grandes incendios de Gran Canaria ha demostrado, una vez mas, que el fuego no entiende de colores políticos, de economía, de tribus urbanas ni clases sociales. El fuego no perdona a nadie.
Aún así hay mercenarios, guardianes y estrategas capaces de enfrentarse a un Hefesto cada vez más virulento. Nada hay que reprochar de esta batalla ausente de ganadores.
Solo protegemos aquello que amamos y en Gran Canaria no apagamos fuegos porque nadie nos ha enseñado a amarla.
En solo 2 años hemos quemado el equivalente a 14.000 estadios de futbol, ha muerto 1 persona, hemos gastado más de 300 millones de euros en sofocarlos afectando a miles de personas, mermado las ganancias de muchas empresas y calcinado casas, árboles, plantas y animales.
Pero todo esto no basta para entender que la forma más eficaz de apagar un fuego es antes de que prenda. Todo esto no basta para que arda en nosotros las chispa adecuada, esa chispa que nos convierta en en guardianes de lo nuestro, en vigías. Esa chispa que hace que te enamores de tu tierra, mucho más allá del vulgar orgullo cromático de una bandera o un escudo, que te enamores de verdad y lo protejas con pasión.
Solo protegemos aquello que amamos y en Gran Canaria no apagamos fuegos porque nadie nos ha enseñado a amarla. Cuando veo a Greta Thunberg con sus 16 añitos y todo lo que ha logrado siento envidia. Es increíble como la educación en valores ha despertado en ella esa chispa que tanto necesitamos por esta isla de cuentos.
En Gran Canaria necesitamos con urgencia re-enamorarnos de nuestra isla. Necesitamos volver a conectar con nuestra tierra, conocer el valor de nuestra casa, lo grande que es ser gran canario y cómo proteger lo que tenemos.
Inundar las redes con posts y hashtags no es suficiente. No es suficiente con llenar los periódicos de titulares épicos, y tampoco es suficiente con cartelitos y figuras de proteccionismo.
Hay que atraer, educar y divulgar pero sobre todo implicar. Es misión de un pueblo cuidar y proteger su tierra. Es nuestro deber velar por nuestra salud y de aquello que nos rodea.
Y es aquí donde instituciones, gobierno, cabildo y ayuntamientos deben concentrar su fuerza. Lamentablemente ya olvidé cuando fue la última vez que vi un anuncio, una charla o una acción por parte de nuestros elegidos para integrarnos en los valores de conservación y protección de nuestro patrimonio. Si el patrimonio natural es nuestro ¿por qué nos mantienen al margen? ¿por qué nos tratan como simples espectadores? ¿por qué no ha logrado apagar el fuego antes de que prenda?
Desidia e individualismo, los dos factores que prevalecen en Gran Canaria. El “yo primero” el “yo tengo el logotipo más grande” el “tú no sabes” y el “eso no importa ahora”. No hay más que ver el abandono que sufren los senderos, la cantidad de mierda (literal y humana) que hay en la cumbre, el deterioro de instalaciones como el centro de interpretación del Bentayga o la variopinta y confusa señalética de los montes. Si a esto sumamos el gran problema que tiene un cabildo cada vez más dividido en cuanto a comunicación, divulgación y concienciación ambiental se refiere, no creo que la cosa mejore en el futuro.
¡Urge ya! un buen plan de ecomarketing. Sí, ecomarketing del bueno, de ese que se te llena el pecho cuando ves a alguien usando la papelera, de ese que aplaudes cuando ves a familias transmitiendo los valores de la tierra, sí de ese que se guarda la colilla en el bolsillo y la botella en la mochila. Un buen plan que logre re-enamorarnos de esta isla, un buen plan que nos convierte en sus guardianes y la cuidemos con respeto.
El ecomarketing no es otra cosa que una herramienta comunicación y divulgación cuyo objetivo es enamorar para proteger. De igual modo que la coca-cola nos bombardea para que consumamos su refresco… ¿por qué las instituciones no nos bombardean del mismo modo para enseñarnos a proteger lo nuestro?. Quizás no interese, quizás no sepan.
Si tan solo logramos concienciar a unos pocos valientes el resto simplemente se unirá.